Dormir y consecuentemente soñar todavía es todo un misterio para mí. No solo porque no pueda comprender la terminología científica (las teorías de Freud y Jung) sino por los instantes de consciencia mientras dormimos, que nunca son suficientes para mí, o la cantidad de situaciones creadas o idealizadas por nosotros mismos, y que nos pertenecen. Nos pasamos durmiendo aproximadamente un tercio de nuestras vidas, aceptando así un nuevo «Yo».
Vivimos y creamos algo que transforma, sin razón, la moral o el poder consciente de la voluntad. Cuando soñamos, lo que queda de nuestros recuerdos de imágenes a menudo difusas son las sensaciones que transmitimos: ansiedad, placer, alegría, lo incansable. «En los sueños generamos vida, emoción y nuevos deseos reproduciendo, la mayoría de las veces de una forma subliminal, las imágenes y hechos que asimilamos». La propuesta de este proyecto «Historias y deseos del que duerme» confirma la teoría de Víctor Hugo de que podemos juzgar mejor a un hombre a partir de sus sueños que de sus pensamientos («Los Miserables»).
Los cuatro artistas seleccionados son constructores de historias que fluyen y transitan entre el feminismo y el paisaje, en muchas ocasiones desde estados de ánimo que hibridan la vigilia y lo nocturno, bordeando los límites de la enajenación y el inconsciente.
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